Yuuki seguía en el suelo, sin comprender que es lo que acababa de presenciar. Anhelaba escuchar una respuesta que aclarara todo, sin embargo, Kaguya no era la indicada para ello.
—Tan solo soy una aprendiz de cazadora, aún me falta mucho por mejorar —dijo Kaguya borrando la sonrisa en su rostro—. ¿Realmente no conoces el aura?
—No tengo ni la menor idea de lo que es.
—Lo mejor es que nos demos prisa. Estoy segura de que el doctor podrá ayudarte.
Sin estar muy convencido, Yuuki se levantó y retomaron el camino sin ningún intento de conversación. La mente del chico se encontraba rememorando el encuentro con la bestia, intentando encontrar una explicación y evitando así que pudiera poner ni el más mínimo de atención en el entorno, por ello le tomó desprevenido cuando Kaguya anunció que ya habían llegado, apuntando al pueblo que se hallaba a unos ya escasos metros.
El pueblo se encontraba completamente rodeado por un muro rectangular hecho de troncos, de unos tres metros de alto. Existía una única entrada, en el lado este de la muralla, donde un par de puertas de madera eran custodiadas por un joven guardia que llevaba una polera ceñida al cuerpo, marcando sus músculos y una gran lanza. Pese a su función como guardia, no le dio importancia a la entrada de un desconocido, el chico asumió que se debía a que iba acompañado. Luego de un breve saludo entraron al pueblo, el cual tenía un poco más de una decena de casas, todas muy similares entre sí, de madera y un solo piso.
—Te presento Toyama, no es muy grande y no sucede mucho, pero es realmente encantador. Espero que te guste.
«¿No es muy grande? Este lugar es realmente enano y… ¿un muro?¿un guardia con una lanza?¿en que lugar estoy? Debo tranquilizarme, debe haber una explicación», pensó Yuuki.
La casa del doctor se encontraba al extremo suroeste, a tan solo unos metros, pero fueron suficientes para que Yuuki notara como las miradas de los demás pobladores, los cuales por suerte eran pocos, se posaban sobre él. Aunque tomando en cuenta el tamaño del pueblo, lo consideraba bastante normal.
Cuando finalmente llegaron a la casa que buscaban, Yuuki la observó más detenidamente, en el frente había una puerta de un color más oscuro en comparación al resto de la fachada y tres peldaños frente a ella, además había dos ventanas con cortinas blancas en el interior.
La chica se adelantó y tocó la puerta, la cual abrieron rápidamente.
—Kaguya, no esperaba verte por aquí —dijo una voz masculina—. ¿Sucedió algo?
—Se podría decir que si. Vengo con alguien que necesita ver al doctor.
La chica le hizo una seña a Yuuki y ambos entraron. Dentro se encontraba un joven de pelo corto castaño, más alto que Yuuki, de contextura delgada, llevaba lentes, una bata blanca sin abotonar, dejando ver una polera y pantalones negros.
El joven en bata le dio un buen vistazo a Yuuki, quien evitó hacer contacto visual.
—Buenos días, mi nombre es Katashi y soy ayudante del doctor Hiroshi.
—Hola, yo-yo soy Yuuki.
Kaguya le explicó la situación a Katashi.
—Interesante, podría ser un caso de amnesia, aunque entonces no diría... —dijo Katashi y miró a Yuuki—. Como sea, no vale la pena especular, iré a buscar al doctor.
—Y dile que no había ningún indicio de una bestia cerca del lago, aunque me encontré un alce negro cerca del pueblo—dijo Kaguya.
—¿A qué te refieres?
—El doctor me había pedido que revisara cerca del lago, por si habían señales de un gusano gigante.
—¿Un gusano gigante? Pero si suelen vivir en cuevas. Además, no creo que tu puedas con uno… Como sea, no perdamos más el tiempo.
Katashi entró por una puerta a la izquierda de por donde entraron.
—No te preocupes Yuuki, ya verás como el doctor Hiroshi te ayudará —dijo Kaguya.
Los nervios se apoderaron de Yuuki, quien aprovechó para mirar mejor el lugar para intentar calmarse. Estaban en una gran sala con dos puertas a cada lado, salvo por donde habían entrado. Algunas cuadros decoraban el lugar, en el suelo se hallaba una alfombra roja circular y en las esquinas había un mueble con un florero.
Al cabo de unos minutos, Katashi volvió a la sala y les pidió que los acompañara a la oficina del doctor. Nada más entrar se encontraron con un hombre ya entrado en sus cuarenta, tenía el pelo corto, también castaño, con ligeros signos de calvicie y una barba de chivo, además de un ligero sobrepeso. Llevaba una bata con los primeros botones sueltos, dejando ver una polera azul. La oficina tenía un escritorio lleno de papeles, detrás había un estante con plantas y diferentes medicinas, mientras que al frente había un sillón negro y a un costado una camilla junto a una pequeña ventana.
El doctor estrechó la mano de Yuuki y le pidió que se sentara en el sillón junto a los demás.
—Katashi ya me dio un resumen de lo que sucede y debo de admitir que es bastante intrigante. Lo último que recuerdas es un bosque, ¿cierto? —dijo Hiroshi.
—Así es. El bosque Aokigahara, en Japón —dijo Yuuki.
—¡¿Japón?! —dijo Hiroshi levantándose de golpe.
«Así que a esto se refería, con que el cuento de los gusanos no fue más que un engaño», pensó Hiroshi.
—¿Qué ocurre? —preguntó Katashi.
—Lo siento, no es nada. Acompáñenme por favor.
Los chicos siguieron al doctor fuera de la habitación, atravesaron la puerta de la izquierda en el muro opuesto de la entrada, pasaron por un comedor y cocina para finalmente llegar al jardín trasero en el que había unas pocas flores y un árbol. El doctor se situó frente a los jóvenes.
—Presta atención, Yuuki —dijo Hiroshi mientras extendía su brazo derecho, apuntando con la palma de su mano a los jóvenes.
En ese momento, todo salvo la palma del doctor desapareció para Yuuki. Después de haber presenciado el enfrentamiento entre Kaguya y la bestia se esperaba cualquier cosa. Una mezcla de miedo, nervios y curiosidad le impedían siquiera pestañear. Una pequeña esfera transparente comenzó a formarse frente a la mano de Hiroshi. En un principio no era más grande que la yema de sus dedos, pero rápidamente creció hasta cubrir toda la palma, permitiendo al chico identificar que se trataba de agua, la cual fluía lentamente. Sus pelos se erizaron ante tal descubrimiento.
—¡¿Qué es eso?!¿Magia? —preguntó Yuuki.
Hiroshi elevó su mano hacia el cielo y lanzó la esfera sin necesidad de moverse. La esfera se elevó un par de metros hasta situarse sobre Yuuki y explotó formando finas gotas de agua helada que cayeron directamente sobre su rostro. En ese instante tanto su cuerpo como su mente cedieron y se desplomó frente a todos.
Pasaron unas cuantas horas hasta que abrió los ojos nuevamente. Se encontraba en una habitación oscura, en la que solo una tenue luz se filtraba bajo la puerta, impidiéndole ver a su alrededor.
«Nuevamente no sé donde estoy. Al menos recuerdo bien lo que pasó. Quizás fue solo un sueño, no, se sintió muy real como para serlo. ¿Qué se supone que está pasando?¿qué hago aquí? Kaguya es súper fuerte y ese doctor puede crear agua, acaso ¿todos tienen algún tipo de súper poder?».
Tocaron la puerta, fue un golpe leve y gentil, pero suficiente para sacar a Yuuki de sus pensamientos.
—¿Yuuki?¿estás despierto? —susurró Kaguya.
—S-Sí —dijo Yuuki luego de vacilar por unos instantes.
—Espérame un momento.
Kaguya se alejó de la habitación, sus pasos fueron rápidos y bruscos. Por su parte, el chico se sentó en la cama. No quería que Kaguya volviera, no quería volver a hablar con Hiroshi, tan solo deseaba cerrar sus ojos y que al abrirlos se encontrara nuevamente en el bosque, pese a que sabía que no sucedería.
Al cabo de unos instantes, Kaguya abrió la puerta y encendió la luz, pudiendo ver a Yuuki que se encontraba cabizbajo, agarrando las sábanas con fuerza.
—¿Estás bien? —preguntó Kaguya.
—Sí, tan solo algo confundido —dijo Yuuki sin levantar la mirada.
—Te traje un poco de té —se lo dejó en el velador junto a la cama.
—Gracias.
—Cuando te sientas mejor, ve a la oficina del doctor, por favor —dijo justo antes de abandonar la habitación.
«¿Qué vaya a la oficina?¿para qué? Jamás podré volver a mi hogar… aunque tampoco es como que hubiera alguien esperándome, aún así, ¿qué se supone que debo hacer?¡Maldición!¡¿Por qué?!¿Por qué tiene que pasarme esto?».
Yuuki se levantó, pero en cuanto dio un par de pasos el miedo lo hizo volver a sentarse en la cama. Respiró profundamente, intentando calmarse para luego volver a levantarse, sin embargo, una vez más le fue imposible salir de la habitación. Repitió lo mismo unas cuantas veces hasta que vio el té que Kaguya le había llevado.
—Su rostro y su forma de hablar… parecía estar realmente preocupada —cerró los ojos y se llevó la palma de la mano a su frente—. No necesitas preocuparte por mi.
El té se hallaba tibio, el sabor no tenía nada de especial, y aún así Yuuki soltó una lágrima ante la calidez que transmitía aquella sencilla bebida que lo hizo calmarse por completo.
Salió de la habitación y se encontró en la sala central de la casa. Se paró frente a la puerta de la oficina y respiró profundamente antes de golpear la puerta. El doctor le indicó que pasara y el escenario de unas horas atrás se repetía, con Yuuki, Kaguya y Katashi sentados en el sillón frente al doctor.
—Me alegra ver que te has recuperado —dijo Hiroshi.
—Gracias, ya estoy perfectamente —dijo Yuuki.
—Supongo que ya te habrás dado cuenta, pero este no es Japón. Luego de lo que nos has contado y con tu reacción al aura creo entender parte de lo que está sucediendo —dio un gran suspiro antes de continuar—. Lo que les voy a contar es algo que no deben revelar a nadie, nunca jamás, bajo ningún concepto.
Yuuki y Kaguya quedaron boquiabiertos por un instante, mas rápidamente Katashi se levantó.
—Juro que me llevaré el secreto a la tumba. No sé de qué se trata, pero confío plenamente en usted.
Kaguya y Yuuki siguieron el ejemplo inmediatamente.
—Me alegra mucho escuchar aquellas palabras sin ninguna vacilación —dijo Hiroshi mirando especialmente a Katashi—, aunque debo de admitir que incluso si lo cuentan, los demás pensarán que es solo una broma.
Esa última frase sorprendió aún más a los jóvenes.
—Me llevé una gran sorpresa cuando mencionaste Japón. Es un lugar que creía que jamás volvería a escuchar —dijo con cierta nostalgia—. Con ello entendí la mitad de la historia, sin embargo, necesitaba ver tu reacción al aura para comprender todo. Vaya que me sorprendiste, de todas las reacciones posibles, no pensé que podrías desmayarte —dijo acompañado de una carcajada—. Eso es algo que no podrías fingir, así que ahora tengo todo más claro —los chicos lo miraban con extrañeza, pero no se atrevían a hacer ninguna pregunta—. Verán, es usual que haya gente que intenta impulsar los límites del aura un paso más allá de lo conocido hasta el momento. Ya sean médicos que buscan métodos más efectivos para tratar enfermedades, científicos que buscan crear herramientas que faciliten la vida de las personas, guerreros que buscan crear nuevas técnicas, etc.
Con cada nuevo ejemplo se le hacía más complicado a Yuuki entender cual era la verdadera naturaleza del aura.
—Hace muchos años, incluso antes de que ustedes nacieran, fui partícipe de un experimento en el cual buscábamos conseguir que alguien pudiese teletransportarse. Solo unas pocas personas participamos en el y lo mantuvimos bajo estricto secreto —soltó una pequeña carcajada—, ¿La razón? Tan solo queríamos sorprender a los demás, lo sé, algo infantil, sin embargo, creo que no puedo culparnos por ello.
En ese momento los chicos no creían que Hiroshi estuviese hablando con ellos, más bien, les parecía que tan solo estaba recordando un nostálgico recuerdo para si mismo.
—Pasaron los años y no fuimos capaces de lograr nuestro objetivo, o al menos de la manera en la que buscábamos… —el rostro de Hiroshi se ensombreció y se tomó su tiempo para continuar—. Finalmente, logramos transportar a uno de nuestros compañeros, pero el lugar al que llegó no fue según nuestros cálculos y terminó en un mundo completamente diferente. En dicho mundo, mi compañero conoció Japón.
—Eso quiere decir que uno de sus compañeros fue quien me trajo aquí —murmuró Yuuki.
—Lo veo altamente improbable. Después de todo, acordamos unánimemente cerrar toda investigación asociada al experimento y conociéndolos, no creo que hayan cambiado de parecer.
—¿Por qué? —pregunto Katashi.
—Lo siento, no puedo entrar en detalles. Podrán imaginar los problemas que conlleva hacer contacto con un mundo completamente ajeno al nuestro.
—Entonces, ¿cómo fue que llegó? —dijo Kaguya.
—No lo sé. El método que conocíamos requería que la persona que viajaba supiera controlar el aura. Hay demasiadas posibilidades, es posible que fuera un efecto secundario de otro experimento de naturaleza similar. Lo que más me preocupa es que, dado que tu no conocías el aura, es seguro afirmar que hay alguien más involucrado en todo esto.
«¡La chica del bosque!», pensó Yuuki.
—No entiendo bien lo que sucede, pero si usted fue capaz de crear un portal a ese mundo, entonces debe ser capaz de enviarlo de vuelta, ¿no? —dijo Kaguya.
—Yo solo no podría abrir el portal, tendría que reunir a mis antiguos compañeros, pero incluso si lo hiciera, hay otro problema —dijo Hiroshi.
—Yuuki debe aprender a usar aura —dijo Katashi.
—¡Eso no será ningún problema! —Kaguya fijó su mirada en Yuuki—. Yo y Katashi te enseñaremos.
—¿Yo? No involucres a otros sin preguntar —dijo Katashi.
—No seas así. Esta bien que no seas muy amistoso, pero no pensé que fueras una mala persona.
—No he dicho que no lo ayudaré.
—Sabia que lo harías. No tiene mucho tacto, pero en el fondo es buena persona —dijo Kaguya volviendo su mirada hacia Yuuki—. ¿Qué opinas?
—Les agradezco la ayuda, pero no sé si sea lo mejor —dijo Yuuki.
Kaguya se colocó frente a Yuuki y puso sus manos sobre los hombros del chico, haciendo que elevara su mirada y por primera vez en toda la reunión miró el rostro de alguien, encontrándose con una gran sonrisa.
—No dejes pasar esta oportunidad. Aprender a usar aura es de las cosas más maravillosas que hay —dijo Kaguya.
—Además, es la única forma que tienes para volver —dijo Katashi.
—Lo sé, pero... —dijo Yuuki.
—Al menos dale una oportunidad —dijo Kaguya.
A pesar de las dudas en su interior, la sonrisa y animosidad de la chica le hicieron imposible negarse y así comenzó su andar por el misterioso, tortuoso y doloroso, a la vez que maravilloso aprendizaje del aura.