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Chapter 4 - 4. El maestro implacable

Yuuki y Katashi se encontraban petrificados ante la atemorizante mirada del hombre que tenían delante.

—No me gusta tener que repetir las cosas. ¿Quién es el mocoso inútil que no sabe usar aura? —dijo el desconocido elevando su voz.

Los chicos se miraron entre ellos, a pesar de que ambos conocían la respuesta, un nudo en su garganta, inspirado por el serio semblante de aquel desconocido, les impedía responder.

—Tranquilo, déjame iniciar las presentaciones —dijo Hiroshi—. Este hombre de aquí es Taichi y es un viejo conocido mío. Se dio la casualidad de que vino de visita y al escuchar sobre Yuuki decidió que podría ayudarlo.

Yuuki se arrepintió de haber escuchado a Kaguya y de haber dicho que el aura parecía cada vez más interesante. No sabía mucho de aquel mundo, pero en ese momento estaba seguro de que aquel sería el último hombre que querría como maestro. Katashi lo miraba con verdadera lástima.

Hiroshi continuó con la presentación de los chicos, tiempo en el cual Taichi les dio un vistazo completo, especialmente a Yuuki.

—Así que tú eres el inútil bueno para nada. No perdamos más el tiempo, sígueme —dijo Taichi con sus afilados ojos fijos en el chico.

Taichi agarró un bolso gigante que se hallaba junto a la mesa y se dirigió hacia la entrada mientras los chicos seguían estupefactos.

—Tranquilo —dijo Hiroshi, colocando una mano en el hombro de Yuuki—, es algo duro y mal hablado, mas no se atrevería a hacer nada peligroso —dijo subiendo la voz, apretó tanto el hombro del chico que este tuvo que soltarse.

Yuuki se dirigió a la entrada, allí miró una vez más a Taichi, trató de formular alguna frase, pero las palabras se negaron a salir.

—Vamos afuera del pueblo. Cuanta menos gente sepa de tu entrenamiento, mejor.

Al salir se encontraron con el guardia que saludó animadamente a Yuuki, sin embargo, evitó cruzar palabra con Taichi. Caminaron en completo silencio por alrededor de unos cuarenta minutos hacia el norte, con Yuuki siempre manteniéndose unos cuantos pasos por detrás, hasta llegar a una zona irregular con varios montes.

—Un poco más al norte habitan tigres negros, por lo que nadie debería acercarse.

—¿Tigres negros? —preguntó Yuuki tímidamente.

—Animales que matan a cualquier presa que vean y créeme que un inútil como tú no tiene la más mínima oportunidad contra ellos.

Yuuki tragó saliva y su cuerpo comenzó a temblar levemente. «No me hará escapar de ellos, ¿no? Quizás me hace luchar, no, imposible, el doctor dijo que no haría nada peligroso, espero que tenga razón».

Taichi se sentó en el suelo y un pilar de tierra se formó bajo él, elevándolo hasta la altura del muchacho.

—Siéntate —la voz grave sumada a la firmeza de la instrucción provocó que el chico dejara de lado todos sus pensamientos y obedeciera de inmediato—. Quítate la polera y cierra los ojos.

Nada más cumplir con lo último, un helado chorro de agua cayó sobre la cabeza del chico. Su primer instinto fue levantarse, mas el temor a Taichi le hizo mantenerse en su posición. Transcurrieron tan solo unos segundos luego de que el chorro se había detenido, él seguía temblando por el frío, cuando un nuevo chorro cayó, esta vez sumamente caliente, que casi le hizo gritar de dolor.

—¿Cuál es la diferencia entre el primer y el segundo chorro? —preguntó Taichi.

La respuesta le parecía demasiado obvia, haciéndole dudar si era lo que debía responder por lo que se mantuvo en silencio intentando identificar cualquier otra diferencia.

—¿Cuál es la diferencia entre el primer y el segundo chorro? —preguntó elevando la voz.

—¡La temperatura! —respondió Yuuki en cuanto su maestro terminó de hablar.

—¡Idiota! No te preguntaría algo tan obvio —suspiró y deshizo el pilar—. Veo que tenemos mucho trabajo por hacer. Ya puedes abrir los ojos.

Yuuki evitó dirigir la mirada hacia su maestro, pero este tomó su rostro y lo obligó a mirarlo a la cara. El tacto de su mano era áspero y sus ojos parecían furiosos.

—¡Escucha! Siempre debes mirar a los demás a la cara —dijo y lo soltó.

—Lo siento —Yuuki bajó la cabeza un breve instante, pero inmediatamente volvió su mirada hacia Taichi.

—Esa actitud tuya me enferma. Desde que te vi has actuado como un cobarde.

Yuuki estuvo a punto de disculparse, apenas alcanzó a detenerse y en su lugar apretó los puños.

—Mi elemento principal es la tierra y el secundario el agua —tomó el bolso y lo lanzó frente al chico para que revisara su contenido, el cual consistía en cien botellas de agua de un litro—. Algunas contienen agua real y otras tienen aura. Luego de recibir cada chorro deberás decirme si era agua o aura —Volvió a formar el pilar—. ¿Alguna pregunta, inútil?

—Pe-Pensé que el aura… tomaba la forma de distintos elementos, entonces ¿cómo voy a poder diferenciarlo?

Taichi le explicó que si bien el aura era clasificado en diferentes elementos, su verdadera naturaleza seguía siendo la misma. Así, un novato que usa aura, tan solo generará un fluido cuyas características como el color, vienen dadas por el elemento que usa, siendo rojo para fuego, azul para agua, amarillo para el rayo, café claro para la tierra y verde para el viento. A medida que se adquiere control sobre el aura se es capaz de dotarle de características que lo asemejen más al elemento original, pero nunca dejará de ser aura, por lo que cualquier persona los puede diferenciar. Una vez terminada la explicación, volvieron a sus posiciones para seguir con la práctica.

Cayó el primer chorro sobre la cabeza del chico, quien no sabía en qué debía fijarse. Además de la temperatura, no hallaba ninguna diferencia con los de antes.

—¡Muy lento! Di lo primero que se te venga a la mente. No debes pensar, debes sentir.

Yuuki no entendía a lo que se refería, pero le hizo caso y comenzó a responder lo primero que se le ocurría mientras seguía con sus intentos de descubrir en que se diferenciaban. Incluso llegó a abrir la boca para comprobar si el sabor variaba, lo cual provocó un golpe en su cabeza.

—Limítate a hacer lo que te dije —dijo Taichi luego de golpearlo.

—Eso… intento.

Una vez acabado el ejercicio, Taichi anunció los resultados. De los 100 chorros, Yuuki había sido capaz de identificar correctamente 61 de ellos, lo cual hizo que por primera vez en todo el entrenamiento, una sonrisa apareciera en su rostro, pero aquello no duraría.

—No entiendo porque te emocionas tanto —dijo Taichi.

—Acerté más de lo que fallé, es algo bueno, ¿no?

—Haciéndolo al azar es esperable acertar la mitad de veces. Pero como dije antes, es posible cambiar cuanto se parece el aura al agua real y en tu caso, cuanto más se diferenciaban, tus aciertos aumentaban.

—Entonces, ¿podré aprender a usar aura?

—¡Escucha! Un hombre siempre debe cumplir su palabra. Mientras sigas mis enseñanzas, te aseguro que tu serás capaz de controlar el aura a la perfección.

El tono con el que pronunció aquellas palabras era seco, no parecían querer generar ni el más mínimo atisbo de esperanza, quizás por eso mismo fue que el chico creyó en ellas como si de una profecía se tratase.

—Ahora volvamos al pueblo, que aún no almuerzas y si te desmayas te dejaré aquí como comida para los tigres —dijo Taichi y comenzó a caminar de vuelta.

Yuuki echó un vistazo a su alrededor antes de seguir a su maestro, seguro de que esas palabras también eran ciertas. El camino de vuelta también fue en silencio, pero esta vez el muchacho caminó al lado de su maestro.

—Tu patética aptitud mejoró aunque sea un poco —dijo Taichi poco antes de llegar al pueblo—, así que te diré lo siguiente. Los chorros tenían diferentes temperaturas para distraerte, nada más.

De vuelta en la casa del doctor, Yuuki fue a almorzar en compañía de Katashi mientras Taichi y Hiroshi conversaban en la oficina. Le contó todo lo ocurrido a Katashi, quien se mostraba incrédulo ante un ejercicio tan extraño, además de descargar todas las quejas que había tenido que callarse.

—Es divertido escucharte así, hasta ahora has sido bastante reservado —dijo Katashi.

—Realmente me sacó de quicio, pero al final, creo que es una persona confiable.

—Vaya, es una extraña conclusión luego de tantas quejas.

—Sí... supongo que... bueno, no sé cómo decirlo —balbuceó Yuuki.

Escucharon el crujir de la puerta, un sonido característico y que evitaba que alguien que intentara ir en busca de comida pudiese pasar inadvertido.

—Adiós, inútil —dijo Taichi sin llegar a entrar.

—¿Qué quiere decir?¿Y mi entrenamiento? —dijo Yuuki levantándose de la mesa con una mezcla de molestia y confusión.

—Veo que el cachorro sabe ladrar —dijo acompañado de una sonrisa—. Escucha, inútil. Vendré en una semana, para entonces quiero que ya seas capaz de sentir el aura.

—Pero… se suponía que usted se ofreció a enseñarme —murmuró Yuuki bajando la mirada.

—Yo ya hice mi parte, ahora te toca a ti hacer la tuya. No puedo perder el tiempo aquí.

Taichi dio media vuelta y se marchó, dejando a su discípulo inmóvil y cabizbajo, hasta que sintió una mano sobre su hombro, haciendo que elevara su mirada nuevamente y se encontrara con Katashi.

—No te desanimes todavía —dijo Katashi.

—Gracias, pero...

—Nada de peros.

—Tienes razón —dijo Yuuki y se levantó—. Gracias por ayudarme una vez más.

—No tienes porque agradecerme, además si Kaguya te viera deprimido, se enojaría mucho conmigo.

Los dos chicos rieron y luego chocaron sus puños.

«Apareces después de tantos años, te encaprichas con entrenar a un desconocido y te marchas como si nada. ¿Qué es lo que pretendes?¿qué es lo que sabes de este chico? Tan solo espero que confiar en ti no sea un error.», pensó Hiroshi mientras veía a su viejo conocido marcharse.

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