El eco de los últimos pasos de Frisk se disipó lentamente en el corredor de piedra. La figura de Sans se había desvanecido en la penumbra, y el silencio volvió a llenar el espacio, denso como una niebla invisible. Sólo el sonido de gotas cayendo desde alguna grieta lejana le acompañaba ahora. Pero no estaba sola. En lo profundo de su mente, una voz seguía allí. Chara no hablaba, no intervenía… sólo observaba. Como si también quisiera descubrir qué había más allá de aquella oscuridad.
El camino descendía ligeramente, serpenteando entre columnas rocosas y raíces que se extendían desde el techo. Una brisa húmeda acariciaba la piel de Frisk, transportando un olor distinto: tierra mojada y algo más… ¿sal?
No tardó en llegar a una zona donde la roca se abría hacia una extensión más amplia. Un gran portón de hierro, parcialmente abierto, marcaba el fin de las Ruinas. Al cruzarlo, la luz púrpura que teñía los corredores anteriores desapareció. La oscuridad dio paso a una claridad tenue, azulada, que emanaba del mismo entorno.
Había llegado a Snowdin.
La nieve comenzó a caer, silenciosa y persistente, cubriendo el suelo con un manto blanco. No era una nevada fuerte, sino constante, como si el cielo del Subsuelo suspirara copos sin cesar. Frisk se detuvo un momento, dejando que algunos copos se deshicieran sobre sus mejillas. El aire era frío, pero no desagradable. Le recordaba a los inviernos pasados, a memorias que ya no dolían.
Caminó.
El sonido de sus botas sobre la nieve era suave, pero resonaba en el vasto vacío del bosque. Árboles altos y sin hojas se alzaban a ambos lados del camino, como centinelas antiguos. Algunos parecían haber sido tallados a propósito, con ojos y sonrisas, como si los habitantes del lugar quisieran convertir el bosque en un parque de diversiones… o quizás en una trampa.
Entonces, una rama crujió.
Frisk se detuvo en seco.
Otra rama, detrás de ella.
Sintió cómo su ALMA se tensaba, como si respondiera instintivamente al peligro. Lentamente, giró sobre sus talones.
Nada.
Solo árboles. Niebla. Silencio.
Y luego, una figura enorme emergió desde la bruma. Lenta, pesada, con pasos deliberadamente audibles. A Frisk no le tomó mucho darse cuenta de que no era Sans. Era… algo más alto. Con una silueta familiar.
— "¡HUMANA!"
La voz resonó como un trueno juguetón.
Un segundo después, una figura completamente esquelética saltó frente a ella, agitando los brazos dramáticamente.
— "¡YO, EL GRAN PAPYRUS, HE ENCONTRADO UNA HUMANA!"
Frisk parpadeó.
— "Sans no estaba bromeando… ¡al fin encontré a una!" gritó Papyrus con emoción desbordante, mientras daba vueltas sobre sí mismo. Su armadura improvisada, hecha con lo que parecían ser almohadillas deportivas y una bufanda roja ondeando al viento, lo hacían ver ridículo y entrañable a la vez.
— "¡Humana! ¡No te moverás ni un centímetro más! ¡Porque has entrado en la zona de trampas del gran Papyrus!"
Frisk no se movió. Papyrus se acercó con pasos teatrales, cada uno acompañado por una pose exagerada.
— "Pronto… serás CAPTURADA. ¡Y luego… me uniré a la Guardia Real! ¡El Rey me reconocerá! ¡Todos lo harán! ¡Me darán… ESPAGUETIS!"
Una bola de nieve cayó sobre su cráneo, interrumpiendo su monólogo.
— "¡SANS! ¡DEJA DE JUGAR CON NIEVE!"
Desde algún punto entre los árboles, la carcajada perezosa de Sans resonó.
— "Sólo estaba ayudándote a enfriar la cabeza, bro."
Papyrus resopló con frustración, pero rápidamente volvió a su papel de gran captor.
— "¡En fin! Humana, prepárate. ¡Mis trampas te harán temblar!"
Y con un giro dramático, desapareció tras un grupo de árboles.
Frisk soltó un suspiro bajo.
Chara habló por primera vez desde que dejaron las Ruinas.
— "Ese tipo… me hace reír. Aunque nunca lo admitiría."
Frisk siguió adelante, y pronto comenzó el recorrido por las trampas de Papyrus. Primero fue un rompecabezas con piedras móviles… que no funcionaban. Luego, un laberinto eléctrico… sin energía. Después, una placa con símbolos… ilegibles.
A pesar de todo, Frisk caminaba con respeto. No se reía. No ridiculizaba. Cada intento de Papyrus por capturarla estaba lleno de tanta emoción, tanta sinceridad, que no podía evitar simpatizar con él. Era ingenuo, sí… pero también noble.
Tras cada puzzle, Sans aparecía entre los árboles, sonriendo, lanzando un comentario sarcástico, observando a Frisk con curiosidad creciente. No interfería. Solo… la seguía.
— "¿Sabías que Papyrus entrena frente al espejo cada noche? Tiene todo memorizado. Y lo hace por ti, aunque no lo sepa."
Frisk no respondió.
Porque no hacía falta.
Eventualmente, llegaron a una pequeña villa iluminada por faroles de fuego mágico. Casas de madera adornadas con guirnaldas y esculturas de nieve formaban Snowdin Town. Aunque la nieve caía sin cesar, el lugar estaba lleno de calidez.
Unos monstruos salieron de sus casas para observar a la visitante. No la atacaron. Algunos se acercaron con curiosidad, otros se limitaron a mirar desde sus ventanas. Pero nadie mostró miedo.
Frisk notó que, en este mundo, los monstruos no eran monstruos.
Eran personas.
El aroma a canela volvió a rodearla, esta vez desde una pequeña panadería donde un perro cocinaba galletas. Frisk entró y descansó un rato, bebiendo chocolate caliente. Una chimenea crepitaba suavemente, y el sonido de una campanilla al fondo del local le trajo una extraña sensación de paz.
Pero la paz no duró.
Al salir, Papyrus la esperaba.
— "¡Ha llegado el momento de nuestro gran duelo!"
Frisk se tensó. Chara también.
— "Pero antes… una advertencia. ¡Prepárate! Porque luchar contra mí es enfrentarte al guerrero más elegante de todo el Subsuelo."
Papyrus conjuró una plataforma improvisada, sacada de quién sabe dónde. Frisk no estaba segura si aquello era en serio… pero la ALMA flotó frente a ella.
Y el combate comenzó.
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La nieve crujió bajo los pies de Frisk mientras se colocaba en posición. El viento soplaba suavemente entre los árboles, y aunque la escena tenía toda la apariencia de un juego infantil… la tensión en el aire era real.
Papyrus flotaba levemente sobre el suelo, con su ALMA blanca brillando con determinación. Estaba emocionado. Nervioso. Y sobre todo, completamente comprometido con su causa.
— "¡HUMANA!" —exclamó, apuntando con un dedo huesudo—. "¡SI QUIERES PASAR POR ESTA ZONA, TENDRÁS QUE ENFRENTARTE A MÍ, EL GRAN PAPYRUS!"
Frisk observó. No adoptó una postura ofensiva. Solo esperó.
— "¡NO TE SIENTAS MAL CUANDO PIERDAS! ¡YO TAMBIÉN SERÍA UNA PRESA FORMIDABLE!"
Con un gesto grandilocuente, Papyrus invocó una serie de huesos blancos que comenzaron a moverse horizontalmente en un patrón simple.
Frisk esquivó con facilidad.
Papyrus rió nerviosamente.
— "¡SÓLO UN CALENTAMIENTO!"
Más huesos aparecieron. Esta vez, con un ritmo más variado. Algunos rápidos, otros lentos. Frisk saltó, se deslizó, retrocedió. No atacaba. No devolvía daño. Solo esquivaba.
Chara habló, en tono curioso.
— "¿No vas a pelear?"
Frisk negó apenas con la cabeza. No necesitaba palabras.
Papyrus, por su parte, parecía confundido.
— "¿POR QUÉ… NO ATACAS? ¿ES ESTA… UNA NUEVA TÁCTICA?"
La batalla continuó. Papyrus invocó más trampas, huesos saltarines, paredes óseas que se abrían y cerraban, incluso una especie de puzle durante el combate que Frisk tuvo que resolver esquivando patrones de huesos en forma de letra.
Pero nada era letal. Todo parecía diseñado más para impresionar que para dañar.
— "NO QUIERO HACERTE DAÑO DE VERDAD…" —murmuró Papyrus, y su voz por primera vez sonó… sincera.
Frisk bajó los brazos.
La ALMA roja vibró con fuerza. El campo de combate parpadeó y luego… se desvaneció.
Papyrus bajó lentamente la guardia.
— "¿TE RINDES…? ¿O ME PERDONAS?"
Frisk avanzó un paso.
Y asintió.
Papyrus tembló un instante. Su expresión se volvió solemne. Bajó la cabeza.
— "ENTONCES… NO PUEDO DETENERTE."
El silencio fue profundo.
— "PERO… PERO SI NO TE CAPTURO… ¡NUNCA ENTRARÉ A LA GUARDIA REAL! ¡NUNCA SERÉ RECONOCIDO!"
Papyrus miró al cielo invisible sobre ellos. El viento se llevó su bufanda roja hacia un lado.
— "PERO… ERES TAN AMABLE CONMIGO… TAN… TAN DIFERENTE."
Se volvió hacia Frisk, y por un segundo, no era el esqueleto orgulloso ni el aspirante a héroe. Era solo Papyrus. Un alma amable, que deseaba ser vista.
— "¿Y SI…? ¿Y SI… EN LUGAR DE CAPTURARTE… TE HAGO UN AMIGO?"
Frisk sonrió. Una sonrisa pequeña. Sincera.
Papyrus dio un brinco.
— "¡SÍ! ¡SOMOS AMIGOS AHORA!"
La ALMA volvió a su lugar, el combate había terminado.
Y algo en el aire cambió.
Papyrus, sin pedir nada a cambio, se ofreció a acompañarla hasta el final del bosque. Durante el trayecto, no dejó de hablar. De sus recetas de espagueti. De sus intentos fallidos de volar. De cómo Sans siempre llegaba tarde a todo. De sus sueños.
Frisk escuchó.
No interrumpía, no hablaba. Solo caminaba a su lado, y Papyrus lo aceptaba como si esa fuera la mejor conversación del mundo.
Al llegar a la salida del bosque, Papyrus se detuvo.
— "NO PUEDO IR MÁS ALLÁ CONTIGO. LAS ORDENES… YA SABES. PERO TE APOYARÉ. Y SI VAS AL CASTILLO… ¡HÁBLALE DE MÍ AL REY!"
Frisk asintió una vez más.
Papyrus retrocedió, agitando los brazos con entusiasmo.
— "¡HASTA PRONTO, AMIGA HUMANA!"
Y desapareció entre los árboles.
Frisk respiró hondo.
El aire cambió.
Había dejado atrás Snowdin.
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Lo que venía después no era tan sereno. El bosque desembocaba en un largo puente de piedra colgante que atravesaba una grieta profunda. Al otro lado, se erguía una nueva región: el comienzo de Waterfall.
El cambio de ambiente fue inmediato. La nieve dio paso a roca húmeda y brillante. Las paredes de la caverna se estrechaban, y desde lo alto, agua cristalina caía en cortinas silenciosas, formando charcas poco profundas.
Frisk sintió cómo el lugar resonaba con una energía distinta. Más antigua. Más… melancólica.
Las flores doradas crecían entre las grietas de la piedra, iluminadas por esferas flotantes que parecían luciérnagas gigantes.
— "Este lugar… me recuerda algo…" —susurró Chara.
Frisk continuó caminando. Las plataformas flotantes se extendían sobre los canales. El sonido del agua era constante, relajante… pero bajo él, algo acechaba.
Un paso más.
Y de pronto, una lanza cayó desde lo alto.
Frisk rodó hacia un lado, esquivándola por un pelo.
— "Así que al fin llegaste."
Una voz profunda, apagada por un casco.
Una figura imponente, con armadura negra y detalles azules, se alzó sobre una saliente de roca.
— "He oído hablar de ti, humana. Eres fuerte. Eres ágil. Has vencido a mis hombres. Pero aquí termina tu camino."
Undyne.
La líder de la Guardia Real.
— "No importa si has hecho amigos. No importa si no has dañado a nadie. Un humano es un humano. Y tú… no puedes pasar."
Frisk se preparó.
Las lanzas comenzaron a llover desde lo alto, veloces, exactas.
Una nueva batalla se avecinaba.
Y esta vez, no sería un juego.
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Frisk rodó hacia un lado, el filo de la lanza resonando al clavarse contra la piedra. El impacto envió esquirlas en todas direcciones, y antes de que tuviera tiempo de recuperar el aliento, otra lluvia de proyectiles cayó sobre ella. Se impulsó con las piernas, esquivando por puro instinto.
Desde la saliente, la figura imponente de Undyne la observaba, ojos brillando desde detrás de su yelmo con un fulgor turquesa. Su armadura resplandecía en los puntos de contacto con la luz líquida de Waterfall.
— "¡CORRE, SI PUEDES!" —rugió Undyne, su voz reverberando entre las paredes—. "¡NO PIENSO PERMITIR QUE UN HUMANO LLEGUE MÁS LEJOS!"
No hubo advertencia. No hubo pausa. Las lanzas comenzaron a materializarse en el aire, flotando como si fueran parte de su voluntad, para luego lanzarse como misiles mortales.
Frisk no buscaba atacar. Sabía que enfrentarse a alguien como Undyne en un duelo directo era una sentencia de muerte. En cambio, se concentró en moverse, esquivar, resistir. A cada embestida, respondía con pasos fluidos, saltos cortos, deslizamientos por el suelo mojado.
El sudor ya le cubría la frente. Su respiración era agitada.
En su mente, Chara habló con calma:
— "Es fuerte. Más que Toriel. Más que Papyrus. Pero no es invencible…"
Frisk sintió cómo el entorno comenzaba a distorsionarse. No era magia. Era su percepción, acelerada por la adrenalina. Cada golpe, cada proyectil, era un momento suspendido en tiempo real. Como si el mundo le estuviera enseñando a luchar con su cuerpo, no con menús.
Una lanza se desvió, cortándole la mejilla. La sangre corrió en una línea fina, roja como su ALMA.
Undyne saltó desde su posición, aterrizando frente a ella con la violencia de un rayo.
— "¡BASTA DE HUIR!" —gritó.
La guerrera empuñó una lanza de energía pura. La sostenía como si fuera una extensión de sí misma.
Frisk se incorporó, jadeante.
Y en ese instante, algo ocurrió.
Las aguas de un pequeño canal cercano comenzaron a burbujear. Una figura se levantó desde las sombras, corriendo torpemente hacia el campo de batalla.
— "¡Undyne!" —gritó una voz infantil.
Era un pequeño monstruo de piel amarilla y sin brazos. Tenía unos enormes ojos brillantes y una sonrisa que parecía sincera.
— "¡Esa humana no es mala! ¡La vi! No atacó a nadie en Snowdin, ¡ni siquiera a Papyrus!"
Undyne se giró con violencia.
— "¡¡ALÉJATE, MONSTRUO!!"
— "¡Pero es verdad!" —insistió el niño, con los ojos húmedos.
Frisk se quedó inmóvil. El silencio cayó como un velo sobre la escena. Las gotas de agua golpeaban suavemente el suelo mojado.
Undyne bajó su lanza. La tensión seguía allí, pero la furia en sus hombros comenzaba a disiparse, muy lentamente.
— "¿Y qué pasará cuando llegue al castillo, eh? ¿Qué pasará cuando se encuentre con Asgore?" —murmuró, casi para sí misma.
Frisk no respondió. Solo bajó la cabeza.
Chara susurró:
— "Ella tiene miedo. No de ti. Sino de lo que cree que tendrás que hacer. Todos aquí… creen que solo hay un final."
Undyne cerró los ojos. Cuando los abrió, su voz sonaba más contenida.
— "No bajes la guardia. Yo… no confío en los humanos. Pero te daré esta oportunidad."
Desapareció en un parpadeo, envuelta en una ráfaga de agua.
El pequeño monstruo miró a Frisk, emocionado.
— "¡Guau! ¡Eso fue increíble! ¡Nunca había visto a Undyne detenerse así!"
Frisk le dedicó una leve sonrisa.
— "Tienes que tener cuidado," le dijo, en voz baja.
El niño asintió, antes de correr de nuevo hacia la oscuridad de los túneles.
***
[Estado de FRISK actualizado:]
- HP: 16/20
- MP: 5/5
- ATK: 2
- DEF: 1
- Vel: 4
- EXP: 0/100
***
Waterfall se abría ante ella como un santuario sumergido en sueños. El eco del agua, el leve resplandor de las plantas marinas, los caminos estrechos suspendidos sobre estanques tranquilos... Frisk continuó avanzando, sus pasos resonando como gotas en la caverna inmensa.
A veces encontraba monstruos: pequeños, nerviosos, a menudo dispuestos a pelear. Pero Frisk respondía con gestos, con paciencia, con esquivas. Nunca levantaba la mano.
Los encuentros no eran combates. Eran diálogos sin palabras. Resistir y esperar, hasta que entendieran.
Y poco a poco… entendían.
***
En una cámara aislada, Frisk encontró un conjunto de piedras talladas. Relatos antiguos grabados con esmero. Historias de la guerra. De la caída. De cómo Asgore, el rey del Subsuelo, había decidido que ningún humano saldría jamás. Y cómo, en nombre de la salvación, ordenó la recolección de almas.
Siete.
Eran necesarias siete ALMAS humanas para romper la barrera.
Frisk era la séptima.
Y por eso la temían.
Por eso la perseguían.
No por maldad. No por crueldad.
Sino por desesperación.
***
Más adelante, el camino la llevó hasta una pequeña habitación iluminada por flores azules. Sus pétalos brillaban tenuemente, y repetían lo último que habían escuchado.
— "Tal vez… si tuviera un alma humana… podría ir allá arriba…"
— "Papá dice que los humanos son aterradores…"
— "Una vez vi a un humano. Llevaba una espada. Dijo que venía en paz. Mentía."
Las flores repetían las voces de otros.
Voces del pasado.
Frisk caminó en silencio. Escuchando. Aprendiendo.
Y entonces, llegó a una zona abierta donde el agua se volvía vapor, creando una neblina espesa. A través de ella, un piano abandonado. Junto a él, una nota.
Frisk se acercó. Tocó una tecla.
Nada ocurrió.
Pero en su interior, algo se encendió.
Una melodía.
Un recuerdo que no era suyo.
Chara murmuró:
— "La canción de las flores… de la sala secreta…"
Frisk tocó las notas. Una a una. Y cuando la última reverberó en la piedra húmeda, una puerta se abrió silenciosamente.
Un santuario oculto.
En su interior, una flor dorada.
Solo una.
Flotando sobre un pedestal.
Frisk se acercó.
Y la flor… susurró:
— "¿Me recuerdas?"
No era Flowey. O al menos, no en la forma en la que lo había conocido.
Era otra cosa.
Un rastro. Un eco.
Y entonces, como una sombra, la presencia desapareció.
***
El camino no se detenía. A través de túneles estrechos y cavernas inundadas, Frisk siguió su avance.
Encontró a Napstablook de nuevo, triste pero amigable. A Shyren, una criatura tímida que solo se calmaba al escuchar su propia canción. A los temblorosos monstruos de agua que no buscaban pelea, solo compañía.
Cada encuentro era una elección.
Y Frisk, inquebrantable, nunca levantó su espada.
***
Finalmente, alcanzó el umbral hacia la siguiente región: Hotland. Un muro de vapor y calor se alzaba ante ella.
Pero justo antes de cruzar…
Una figura familiar apareció en la orilla del canal.
Undyne.
Esta vez, sin armadura. Llevaba una camiseta sin mangas, el cabello atado en una coleta. Sus ojos aún eran duros… pero menos hostiles.
— "Oye," dijo. "Me salvaste de hacer una estupidez."
Frisk no respondió.
Undyne sonrió, muy levemente.
— "No voy a decir que confío en ti. Aún no. Pero… si vas a seguir este camino, tienes que saber algo."
El calor comenzaba a invadir el ambiente.
Undyne dio un paso atrás.
— "El castillo está más adelante. Asgore… él no va a detenerse como yo. Él hará lo que tenga que hacer. Así que…"
Frisk esperó.
Undyne levantó el pulgar.
— "Si logras cambiar su corazón… entonces sí eres diferente."
Y desapareció entre las sombras.
***
Frisk miró hacia adelante.
El vapor se levantaba, ocultando la entrada a Hotland.
Chara murmuró, apenas un eco en su mente:
— "Lo estás haciendo bien…"
Y así, sin decir palabra, Frisk dio un paso más hacia lo desconocido.
Hacia el calor.
Hacia el destino.
---