Oleada 5: Jörmungandr – La Serpiente del Ragnarök
Parece que eres muy grande, ¿qué tal si igualamos las cosas? —dije antes de que una explosión de fuego me envolviera y me transformara en mi forma dracónica, aunque con un tamaño reducido. No quiero destruir toda esta dimensión creada por el sistema sin querer.
Para demostrar mi superioridad, di un rugido imbuido con mi haki del rey. La potencia fue tal que el agua delante de la isla salió disparada en todas direcciones, revelando gran parte del colosal cuerpo de Jörmungandr.
—Sabía que eras grande, pero no imaginé que tu cuerpo cubriría todo este mar.
La serpiente intentó morderme con sus colmillos venenosos, pero no lograron atravesar mis escamas. Rápidamente, la agarré de la cabeza y la estampé contra la isla, partiéndola en dos. Luego, le propiné un puñetazo envuelto en el elemento fuego, provocando una explosión tan poderosa que borró la mitad de la isla.
—Mierda... Si esto es lo que hago conteniéndome para conservar su cadáver, no quiero imaginar lo que podría hacer a máxima potencia.
La serpiente quedó semiinconsciente, por lo que aproveché la oportunidad para elevarme en el cielo mientras cargaba un ataque en mi boca con los elementos fuego y viento combinados. Cuando estuvo listo, lo disparé en forma de un rayo de energía contra Jörmungandr, quien apenas tuvo tiempo de enrollarse con gran parte de su cuerpo.
Cuando el rayo impactó, se generó una explosión de unos 20 kilómetros, arrasando todo a su paso. Al disiparse el humo, su colosal cuerpo quedó al descubierto, mostrando quemaduras de tercer grado y cortes tan profundos que incluso sus huesos eran visibles.
Para terminar, levanté su cabeza de entre los escombros y forcé su boca a abrirse. Luego, escupí una gran bocanada de fuego dentro de ella, derritiendo todos sus órganos y asegurando su muerte.
Después de esto, volví a mi apariencia normal y lo reviví como mi soldado. Su rango era Emperador del Abismo, un título muy merecido, ya que pudo soportar mi ataque de doble elemento, mientras que mis anteriores oponentes habrían quedado hechos cenizas.
—Sistema, mándame al siguiente combate —ordené mientras almacenaba el cuerpo de Jörmungandr en la Bóveda de Babilonia.
Al desaparecer su cadáver, noté que el nivel del agua había bajado drásticamente. Comprendí entonces que lo que creía una isla en realidad era la cima de una montaña sumergida, ya que el agua había descendido más de 50 kilómetros.
Mi cuerpo se disolvió en partículas y, al recomponerse, aparecí frente a la entrada de una cueva. De su interior emergió una criatura monstruosa: una quimera con una cola con cabeza de serpiente, una cabeza de cabra y otra de león en su pecho.
Sin perder tiempo, creé dos Gudōdamas y las transformé en dos espadas cortas, una en cada mano.
Oleada 6: Quimera – La Bestia Prohibida
Rápidamente, la Quimera y yo nos lanzamos el uno contra el otro.
Usé una de mis espadas para bloquear uno de sus cuernos y con la otra le corté uno de sus ojos delanteros. La criatura rugió de dolor y, en represalia, intentó ensartarme con su otro cuerno. Pero lo sujeté con firmeza y golpeé su cabeza contra el suelo, dejándola aturdida el tiempo suficiente para saltar sobre ella y cercenar su cola de serpiente con un corte limpio.
La Quimera, sintiendo la pérdida de su cola, se puso sobre sus patas traseras y me escupió fuego desde su cabeza de león. Me deslicé por debajo de su cuerpo, aprovechando la oportunidad para cortar sus tendones de Aquiles. La criatura cayó de rodillas y, sin darle respiro, clavé mis espadas en los ojos de su cabeza de león. Con ambas manos, rompí su mandíbula, dejándola indefensa ante mi próximo ataque.
Intentó empalarme con sus cuernos en un último intento desesperado, pero los sujeté con firmeza y los obligué a chocar contra el suelo, desorientándola por completo. Le propiné un golpe devastador en la cabeza y, para terminar la batalla, arranqué uno de sus cuernos y se lo clavé en el cráneo, acabando con su vida al instante.
—¡Alzate!— ordené.
De su cadáver malherido emergió mi nuevo soldado: la Quimera, ahora de rango General del Abismo. Aunque poderosa, sabía que muchos de mis soldados más antiguos podrían derrotarla con facilidad.
—Vamos por el siguiente oponente— dije, mientras almacenaba su cuerpo y desaparecía en partículas.
Oleada 7: León de Nemea – El Rey Indestructible
Cuando reaparecí, me encontraba dentro de una cueva repleta de esqueletos. De pronto, un rugido a mis espaldas me alertó y, al girarme, me encontré cara a cara con un león colosal.
Según la mitología, Heracles lo estranguló porque su piel era tan resistente que ningún arma podía atravesarla. Entonces, tenía dos opciones: seguir el método del héroe griego o atacarlo desde adentro.
El león saltó sobre mí, pero lo recibí con una potente patada en el rostro, enviándolo varios metros atrás. El sonido del impacto fue similar al de golpear metal macizo. Cuando se reincorporó, cargó contra mí con furia desatada. Esta vez, lo recibí con un golpe potenciado con chakra que le deformó el rostro.
—Interesante— murmure. —Es resistente a las armas, pero no a los ataques energéticos. Esto será rápido.—
Salté sobre él, le sujeté la cabeza con ambas manos y forcé su boca a abrirse. Sin darle oportunidad de reaccionar, exhalé una poderosa llamarada dentro de su garganta. El fuego lo consumió desde adentro, incinerando sus órganos y provocándole una muerte instantánea.
—¡Alzate!— ordené.
El León de Nemea resurgió de su cadáver como mi nuevo soldado, ocupando el rango de General del Abismo.
—Bien, los dos últimos han sido demasiado fáciles. Veamos cuál es el siguiente.—
Almacené su cuerpo y mi visión se volvió borrosa mientras desaparecía en partículas.
Cuando volvi en sí, me encontré en un pasillo oscuro. A lo lejos, distinguí una puerta gracias a mi visión nocturna de dragón. Con cada paso que daba, una antorcha se encendía, iluminando murales grabados en la piedra.
El primero mostraba la imagen de un colosal Minotauro. En el segundo, la bestia participaba en incontables batallas, siempre victoriosa. En el tercero, el Minotauro aparecía visiblemente decaído, de pie sobre una montaña de cuerpos sin vida. Y el cuarto mural lo mostraba construyendo un templo y sentándose en su trono, su hacha descansando a su lado.
Llegué hasta la puerta de hierro, donde estaba tallada la imagen de un majestuoso Minotauro. Leí los grabados con atención:
"Aquí aguarda el Minotauro Celestial, esperando a un digno combatiente que le brinde una muerte honorable."
—Ya entiendo la historia— susurré. —Esta bestia luchó tantas veces que ninguna batalla le representaba un desafío. Terminó construyendo su propio templo, aguardando a alguien lo suficientemente fuerte para darle el combate definitivo.—
Me acerqué a la puerta con determinación.
—No te preocupes. Yo seré quien te brinde la lucha que tanto has anhelado.—
Empujé las puertas y me adentré en la cámara del Minotauro Celestial.
Oleada 8: Minotauro Celestial – El Dios de la Guerra Olvidado
Al atravesar la puerta, una gran sala se desplegó ante mí. Las paredes, decoradas con mármol y oro, estaban adornadas con esculturas de minotauros. Al fondo, un imponente trono albergaba a una majestuosa criatura: un minotauro de enormes cuernos dorados, vestido con una armadura romana que cubría su torso.
Al notar mi presencia, tomó su gigantesca hacha y saltó desde el trono, aterrizando con un estruendo ante mí.
—Después de tanto tiempo, por fin ha llegado un retador digno de mi templo.— Su voz retumbó con una gravedad abrumadora.
—Espero saciar tu sed de batalla—, respondí, desenvainando a Yamato y asegurando a Gae Bolg en mi espalda.
Nos acercamos, nuestros ojos se encontraron y la tensión creció. Era más alto que yo, pero la diferencia de tamaño no me intimidó.
—Espero que resistas más de un golpe—, dijo el minotauro antes de lanzarme un poderoso puñetazo que resquebrajó el suelo y levantó una nube de polvo.
Cuando la nube se disipó, su expresión de sorpresa fue evidente. Ahí estaba yo, impasible, con apenas un rasguño en el rostro.
—Mi turno—, declaré, escupiendo un poco de sangre antes de conectar un puñetazo directo a su rostro.
El impacto dobló su cuerpo hacia atrás, pero usó el impulso para balancear su hacha en un contraataque feroz. Bloqueé el golpe con mi brazo y respondí con un impacto demoledor en su estómago, haciéndolo escupir sangre.
Se arrodilló y lanzó un uppercut a mi barbilla, pero le devolví el golpe con una patada que lo estrelló contra la pared, formando un enorme cráter.
—¡Sí!— gritó, con una risa demente y sangre goteando de su boca. —¡Por fin alguien con quien luchar sin contenerme!
"Ya no necesito esta armadura", proclamó antes de que su pechera explotara por la fuerza de sus músculos. Sin darme tiempo para reaccionar, desapareció de mi vista y reapareció frente a mí, balanceando su hacha en un ataque devastador.
Rápidamente desenvaine a Yamato y recibí su golpe, provocando una onda expansiva que destrozó el suelo de la sala.
Desaparecimos en un frenesí de golpes a velocidad sobrehumana, intercambiando ataques por toda la sala. En un descuido suyo, desarmé al minotauro y le clavé a Yamato en el pecho antes de rematar con una patada brutal que lo envió volando al techo.
Antes de que pudiera reaccionar, aparecí sobre él, tomé su cabeza y la arrastré por las paredes antes de estamparlo contra el suelo tres veces, finalizando con un lanzamiento contra una estatua, que se hizo añicos con su impacto.
Cuando intentó levantarse, aparecí tras él con Gae Bolg en mis manos y lo empalé con un corte ascendente, elevándolo del suelo y lanzándolo contra la pared. Ensangrentado, comenzó a reír de nuevo, desatando una explosión de aura que correspondí con mi propia energía.
Guardé a Yamato y volví a empuñar a Gae Bolg, mientras nos lanzábamos el uno contra el otro en un choque de titanes. El suelo se resquebrajó, formando un cráter que creció con cada golpe.
La lucha fue pareja hasta que encontré una apertura y desaté una lluvia de puñetazos en su cuerpo. El minotauro intentó contraatacar con una patada, pero la atrapé y lo azoté contra el suelo repetidamente antes de lanzarlo contra otra estatua.
Aparecí en su espalda con Gae Bolg en alto y se la clavé en la espalda, impulsándolo hacia el techo, que cedió ante el impacto.
Mientras caía, levanté mi lanza y apunté con precisión. Cuando estuvo en la posición correcta, arrojé a Gae Bolg con una fuerza descomunal, empalándolo contra su trono.
Caminé hacia él, recogiendo su hacha en el camino y apoyándola sobre mi hombro.
—Gran guerrero, dime tu nombre antes de morir.
—Mi nombre es Asterios—, respondió con una sonrisa ensangrentada. —Gracias por concederme la batalla que siempre anhelé.
Sin decir más, levanté su hacha y con un golpe certero, lo decapité.
—Alzate.—
El cuerpo de Asterios resplandeció antes de transformarse en mi nuevo soldado.
—Ahora eres mi sombra más fuerte.— Sonreí al ver que su rango era Emperador del Abismo.
—Descansa.— Susurré antes de que se desvaneciera en mi sombra.
Guardé su hacha y su cuerpo en la Bóveda de Babilonia y me senté en su trono, riendo con satisfacción.
—Esto sí fue un combate digno.
Me puse de pie y miré al frente con determinación.
—Sistema, envíame al siguiente combate.
Continuará...