Era un día como cualquier otro. La rutina se repetía como un disco rayado.Era lunes, uno de esos del mes que no se recuerdan, simplemente existen.A las 7 de la mañana, todo transcurría con normalidad.
Desayunaba solo, como de costumbre. El silencio del departamento apenas era roto por el murmullo constante de la televisión.Pero algo me desconcertó. El noticiero, que hablaba de política y tráfico como siempre, fue abruptamente interrumpido.
El presentador dijo con un tono asustado:
—Este no es un simulacro... repito, este no es un simulacro.No salgan de sus casas por nada del mundo.Repito: no es un simulacro.
Sus palabras fueron seguidas por unos segundos de silencio incómodo, solo interrumpidos por un zumbido en el fondo.Luego, la señal se cortó. Pantalla negra.Y yo, con una tostada a medio comer, sentado frente al televisor, sin entender qué carajo acababa de pasar.
La mañana pasó con total normalidad, como si aquel mensaje hubiera sido una mala broma.Pero había algo en el aire… algo que no se podía explicar.Una sensación en el pecho, un cosquilleo en la nuca, como si el mundo contuviera la respiración.Y yo lo sentía.Sabía que esto... esto era solo el comienzo.
Rápidamente, sin saber si lo que habían dicho en las noticias era cierto, me puse manos a la obra.Por si acaso... por si no era una broma, decidí preparar el sótano de la casa.Lo adapté con una cama extra —una que siempre tenía guardada—, ya que mi hermana solía venir de visita con frecuencia.
No sabía si eso bastaría.Pero necesitaba hacer algo. Cualquier cosa... antes de que fuera demasiado tarde.
Guardé algunas latas de comida, de esas que siempre tengo por casa. Nada del otro mundo: atún, frijoles, sopas.No era mucho, pero algo era algo.
Hace no mucho había comprado una katana de decoración. Nunca pensé en usarla para algo más que adornar una pared...Pero, curiosamente, estaba afilada. Muy afilada.Así que la bajé también al sótano.Por si era necesario.
El sótano estaba listo. Todo en orden.Pero afuera... todo seguía pareciendo normal.Llegué a pensar que estaba exagerando. Que había caído en una mala broma. Que me había dejado llevar por el miedo.
Pero todo cambiaría al caer la noche.
La ciudad estalló en explosiones.Luces, fuego, gritos.Y en ese instante lo supe con certeza:el apocalipsis acababa de empezar.