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Chapter 33 - Capítulo 33: Los Tres Mundos

En una cadena de montañas congeladas, la nieve caía con violencia, cubriéndolo todo con un manto blanco que borraba el horizonte. Por un instante pensó que estaba en las Montañas Azerlisia, pero tras recorrer parte del terreno, descartó esa idea. Aquel no era su mundo, concluyó con certeza.

Fue entonces cuando un movimiento bajo la nieve llamó su atención.

Descendió lentamente desde el cielo hasta que pudo distinguir con claridad a una criatura colosal, un enorme cangrejo de más de una docena de metros de altura, de color ceniza, que emergía sacudiéndose la nieve acumulada sobre su exoesqueleto. Lo reconoció de inmediato como una amenaza que, en su mundo, solo aquellos que habían alcanzado el nivel de héroes podían enfrentar con alguna esperanza de victoria.

Él podría encargarse del monstruo sin mayores problemas, pero ese no era su objetivo. Se disponía a marcharse para continuar con su investigación cuando notó que la mirada del cangrejo se había fijado en su posición.

"Imposible", alcanzó a pensar antes de que un cañón de agua a presión lo golpeara de lleno, lanzándolo una docena de metros hacia atrás antes de que pudiera recuperar el control.

Frente a la armadura, seis armas se entrelazaron en el aire, desviando el ataque.

"¡Magia de alto nivel!", rugió la armadura al instante, reconociendo de inmediato su procedencia.

Una de las espadas cortó de lleno a través del torrente, clavándose con fuerza en la cabeza del monstruo, obligándolo a interrumpir la magia debido al impacto del contraataque.

Como un proyectil de artillería, la armadura descendió con brutalidad, agitando un hacha rodeada por una magia tan densa que se hacía visible a simple vista.

Bastó un solo corte para dividir el colosal cuerpo del monstruo en dos.

Del cadáver comenzaron a desprenderse estelas de luz, flotando en el aire y dispersándose lentamente, dejando atrás su botín.

Si la armadura hubiera tenido expresión, en ese momento estaría frunciendo el ceño. Recogió las piezas caídas del monstruo y, con furia contenida, las aplastó hasta reducirlas a la nada.

La nieve a su alrededor comenzó a agitarse. Su breve combate había llamado la atención de más criaturas y, antes de que pudiera darse cuenta, una docena de cangrejos ceniza lo rodeaban.

Las armas en su espalda empezaron a brillar, cargándose con una magia salvaje que vibraba en el aire.

Iba a acabar con todos. No dejaría nada atrás.

...

Rigrit se detuvo en lo alto de la atalaya del castillo flotante de los Ocho Reyes de la Codicia y dirigió una larga mirada al páramo congelado en el que habían aparecido. No pudo evitar pensar que aquella sorpresiva visita terminaría envolviéndola en un... ¿cómo lo llamaría? ¿Un cambio de mundo?

Al menos ya había recuperado el control sobre la mayor parte de su poder mágico, lo que le permitía activar nuevamente la magia de vuelo. Aun así, sentía un cierto retraso en el flujo de sus artes marciales, como si, al intentar activarlas, se hundiera profundamente en brea.

Según Tsa, su cuerpo se estaba adaptando al maná extranjero, y solo debía darle tiempo. Pero era fácil para él decirlo, después de todo, no se había visto debilitado en lo más mínimo.

"Con suerte, debería poder demostrar la mitad de mi fuerza real en este estado", se quejó.

Mientras se perdía en sus pensamientos, Rigrit notó cómo la armadura regresaba a la fortaleza. Esbozó una sonrisa, que enseguida se transformó en una mueca al ver su estado, estaba magullada, con cortes profundos que revelaban la oscuridad en su interior.

Sin perder tiempo, voló rápidamente hasta la entrada y se adentró en la cámara principal.

Recostado en el centro de la gran sala, el Platinum Dragon Lord, Tsaindorcus Vaision, había recuperado la consciencia tras abandonar la armadura.

"Parece que los nativos te dieron una buena paliza", comentó Rigrit mientras examinaba los daños. Suspiró con pesadez; conocía bien el poder real de aquella armadura si Tsa decidía no contenerse. Verla en ese estado la perturbó. ¿Y si hubiera sido ella la que salía a investigar? ¿Habría tenido siquiera la oportunidad de volver?

"No los puedes culpar. Después de todo, ahora somos nosotros los invasores", intentó bromear, buscando aliviar un poco la tensión del ambiente.

"No fueron los nativos."

La expresión de Rigrit se tornó sombría.

"¿Jugadores?"

"No, pero sí fueron habitantes de su mundo." Tsa dejó caer un par de piezas brillantes que había recogido de los monstruos con los que había luchado.

La mayoría habían sido destruidas por la armadura, pero aquellas pocas piezas restantes requerirían magia salvaje si quería aniquilarlas por completo.

"Lo más seguro es que ellos también estén en la misma situación que nosotros."

"¿A qué te refieres con que están en la misma situación que nosotros? ¿Acaso ya sabés cómo llegamos a este mundo?"

"Solo una teoría." Tsa se acomodó de nuevo, cerrando los ojos para descansar y recuperar la energía gastada en su batalla anterior. Si le hubieran advertido que aquellos cangrejos eran solo las crías, y que eliminarlos despertaría a los padres, habría optado por huir del lugar sin pensarlo.

Era preocupante. Esos monstruos representarían una amenaza descomunal para su mundo.

Una intensa intención asesina lo obligó a abrir los ojos nuevamente. No se sorprendió al ver que Rigrit le apuntaba con su espada. Mantuvo la calma; recordaba bien que, aunque ya anciana, su carácter no se había suavizado ni un poco.

"¿Hay algún problema?"

"Creo que, estando atrapada en este lío por tu culpa, también debería conocer esa teoría de la que hablabas, ¿no creés?" Más que una consulta, por su tono parecía una exigencia.

La armadura junto a ella se movió más rápido de lo que Rigrit pudo reaccionar. Con un solo y contundente golpe, la espada salió volando de su mano.

Rigrit dio un salto hacia atrás y, activando magia de quinto nivel, generó cientos de estacas de hielo que se clavaron alrededor de la armadura, dificultando su movilidad. Sabía que, con su poder actual, enfrentarse a Tsa era simplemente imposible. Con un solo movimiento, el Lord Dragón podría aplastarla hasta matarla si así lo quisiera.

Aun así, no retrocedió. Su intención asesina no solo se mantuvo, sino que se volvió más densa.

"¿Creés que hacerme luchar contra mi antiguo compañero es divertido?" escupió cada palabra, cargada de ira.

Para ese momento, la armadura ya se había liberado de su prisión de hielo, con cada una de sus armas apuntando al cuerpo de la anciana. Un solo pensamiento y estaría muerta.

Tsaindorcus Vaision suspiró. "Es mejor que no lo sepas. ¿Acaso ya no confías en mí palabra?" La magia salvaje contenida en la armadura se dispersó, cayendo al suelo junto a las armas. "Los años que luchamos juntos no significan nada."

"Mi compañero era esa armadura, y lo sabes muy bien. Yo decidiré si esa información es relevante o no." Rigrit recuperó su espada y la envainó.

Pasaron unos segundos de contemplación antes de que Tsa asintiera. Su enorme cuerpo de dragón se movió.

Justo detrás de donde se acostaba, había un altar.

Rigrit caminó hasta él, sin entender, en el centro del altar, un grueso libro cerrado irradiaba un tenue brillo estrellado a su alrededor.

"¿Sabés lo que es?", preguntó Tsa.

Rigrit tenía una idea general. Intentó tocarlo, pero fue imposible, una barrera mágica se formó al instante, protegiendo el libro.

"Es el Libro sin Nombre. Cuenta la leyenda que era uno de los objeto más poderoso de los Ocho Reyes de la codicia. Se dice que en sus páginas se registra cada magia existente."

Se giró, lanzándole una mirada al Dragon Lord tras ella.

"También se dice que solo su verdadero propietario puede tocarlo. Que esté aquí y no perdido significa que lo trajiste como su nuevo dueño."

"Bastante cerca, pero igualmente imprecisa. Ese libro oculta mucho más que eso. ¿Me creerías si te dijera que en realidad ese libro es un mundo? Y que es la razón por la que los Jugadores llegaron al nuestro."

Rigrit esbozó una sonrisa, como si hubiera escuchado una buena broma. Pero al ver que Tsa mantenía la seriedad, solo pudo aceptar sus palabras. Después de todo, ese libro pertenecía a los Ocho Reyes de la Codicia. Aunque sonara absurdo, no sería la primera cosa irracional que rodeaba a los Jugadores.

"Rigrit, ¿sabés cuándo los dragones se convierten en Lords?"

"¿No es por la edad? Mientras más viejo es un dragón, más fuerte se vuelve. Me he encontrado con algunos ancianos que incluso podían usar magia de octavo nivel."

"Tontos sin remedio. Ellos nunca lograrán alcanzar el estado de un Lord. El haber profanado sus cuerpos con esa magia asquerosa los ha condenado." Tsa sabía perfectamente que ella no tendría idea; era información que incluso los dragones nacidos después de la llegada de los Jugadores desconocían.

"Los Dragon Lords nacen cuando un dragón forma una conexión con las líneas ley del mundo. Nos convertimos en canales por donde fluye la forma más pura del maná, lo que nos permite usar la magia salvaje.

Pero hay un problema, esas conexiones no son infinitas. En la antigua era, cuando los Dragon Lords reinaban, existía una lucha constante por ver quién se apoderaba de ellas primero.

Mi padre, el Emperador Dragón, sabía de esto y no se conformó. Quería ir más allá. Pero para lograrlo, no podía limitarse a formar conexiones con nuestro mundo. Convirtiéndose en el mayor pecador de la historia, usó magia salvaje para atraer esos nuevos mundos.

No sería gran problema si no fuera porque los objetos mundiales que trajo estaban, en su mayoría, atados a seres poderosos... esos despreciables Jugadores.

Mi padre cumplió su objetivo. Trascendió nuestra especie y fue más allá del límite al que estábamos atados. Si no llevara tantos años desaparecido, no sería un error llamarlo Dios Dragón ahora.

De forma colateral, el ritual de magia salvaje continuó trayendo Jugadores con objetos mundiales cada cien años. Algunos ya deberías conocerlos, los dioses de la Teocracia, los Ocho Reyes, incluso él... nuestro antiguo camarada que luchó contra los Reyes Demonio. Aunque débil en comparación con los demás, también portaba un objeto mundial.

Es por eso que creo entender un poco qué es lo que está sucediendo.

La razón y el origen de los Reyes Demonio... Aún recuerdas aquella conversación bajo la hoguera, cuando nos reveló que esos monstruos que aterrorizaron el mundo habían llegado junto a él, ya que estaban atados al objeto mundial que portaba a través de una Misión.

Así lo comprendí, los objetos mundiales, al ser traídos a nuestro mundo, arrastran a su portador y a todo lo que esté atado a ellos... incluyendo fortalezas como el castillo flotante de los Ocho Reyes de la Codicia, e incluso esas Misiones con monstruos no jugadores provenientes de Yggdrasil.

Mi teoría es que esta vez, lo que capturó la magia salvaje fue tan grande y pesado que nosotros, las anclas, terminamos siendo jalados también... cayendo en quién sabe qué mundo."

Rigrit se quedó inmóvil durante un largo tiempo, digiriendo las palabras del Dragon Lord de platino. Era una verdadera locura... pero ella había vivido junto a un Jugador durante años, mientras luchaban contra los Reyes Demonio. Conocía su origen, al igual que Tsa.

"Si lo que dices es cierto... ¿no significaría que todo lo que esté conectado con la magia salvaje y los objetos mundiales fue arrastrado junto con nosotros?"

El pensamiento de cierto anillo vino a su mente. Sería un desastre si ellos también acababan envueltos en este asunto.

Tsa se tumbó nuevamente, ocultando el pedestal con el Libro sin Nombre. "Por ahora, me concentraré en conectarme con este mundo para usar su poder. Es la apuesta más segura si queremos volver a nuestro mundo original." Cerró los ojos. "Debo ser rápido, antes de que los otros Dragon Lords arrastrados se adelanten y reclamen las conexiones mundiales para sí mismos."

Mientras decía esto, notó cómo la presencia de Rigrit se alejaba hasta detenerse en el borde del castillo flotante.

Le dio una última mirada antes de saltar y alejarse volando.

Tsa no la detuvo. Aunque este mundo era peligroso y desconocido, confiaba en sus habilidades. Puede que ahora estuviera vieja y decrépita, pero seguía siendo alguien que había superado el Reino de los Héroes. Mientras no se involucrara en combates contra Jugadores o monstruos de Yggdrasil, debería estar bien.

Aunque ella no lo reconociera como tal, Tsa aún le tenía bastante aprecio como antigua camarada y amiga.

La armadura tardaría un par de días en regenerar sus daños. Cuando estuviera lista, volvería a usarla para explorar. Sabía que su presencia aquí lo convertía en un invasor, pero no podía ocultar su interés por este mundo.

Además, había algo que necesitaba comprobar. Ni siquiera se lo había mencionado a Rigrit, ya que solo causaría más problemas si lo supiera.

Mientras comenzaba a conectarse con el mundo, sintió cómo tres sistemas mágicos chocaban entre sí.

La magia salvaje, la magia por nivel y la magia natal de este mundo estaban en conflicto.

En el pasado, recordaba que algo parecido había sucedido la primera vez que un Jugador llegó a su mundo. Sin embargo, haciendo uso de un Objeto Mundial, aquel Jugador logró estabilizar ambos sistemas mágicos en uno solo. Como consecuencia, quienes aprendieran magia por nivel no podrían usar magia salvaje, y viceversa.

Sin un catalizador que calmara las aguas, el resultado ahora era incierto.

El simple hecho de que él intentara conectarse con este mundo inestable ya representaba un gran riesgo. Mientras más seres comenzaran a mezclar ambos sistemas, o incluso los tres, el caos se volvería mucho peor. Ya podía sentir cómo el maná se volvía turbio.

No quería ni imaginar cuál sería el resultado si esto continuaba. En el peor escenario, el mundo entero podría colapsar... matándolos a todos.

Molesto, apartó esos pensamientos. Debía concentrarse. Su objetivo era convertirse en un conector mundial, y no podía conformarse con tomar una sola línea ley; necesitaba adueñarse de todas las posibles para asegurarse el poder necesario para romper el espacio y regresar a su mundo.

Mientras lograra escapar antes del colapso, no sería su problema.

...

Lejos, en un hermoso campo de flores donde la primavera jamás terminaba, la destrucción se había hecho presente.

Grandes grietas habían abierto la tierra, y el terreno se había deformado tanto que los mapas tendrían que ser redibujados por completo.

En el centro de aquella devastación, un dragón cubierto por completo de escamas negras rugía con furia mientras observaba cómo escapaba, moribundo, el dragón que se había atrevido a enfrentarlo.

Cure Elim Los Malvar, uno de los Dragon Lords, huía a toda velocidad agitando sus alas desgarradas.

Un cañón de viento lo golpeó por la espalda, haciéndole perder el equilibrio. Aun así, no se detuvo. Debía escapar de ese Dragon Lord... no, debía escapar de ese monstruo con forma de dragón de un solo ojo.

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