Cherreads

Chapter 20 - La Fila más Larga

Perspectiva de Lucius.

El tiempo transcurrió con tal ligereza que, para cuando me detuve a observar, ya teníamos doce años. Doce años en este mundo apenas explorado, lleno de leyes que aun no comprendo y misterios que aguardan detrás de cada rincón bien iluminado. Siento curiosidad por descubrirlo todo, más aun considerando lo que las Escrituras de Paradoja me han ofrecido hasta ahora.

He estado ignorando algo evidente: ese libro podría contener información sobre este mundo. Información útil. Crucial, incluso. Y, sin embargo, lo pasé por alto. ¿Por qué? La respuesta es más simple de lo que quisiera admitir. Porque estoy obsesionado con ganarme un lugar. Un nombre. Una posición. Quiero ser alguien grande e importante. Tal como lo es padre y lo fue madre.

Isolde y yo decidimos seguir ese mismo sendero. Convertirnos en guardianes generales del reino. Una ambición lo suficientemente elevada como para requerir más que simple deseo. Para lograrlo, debemos ascender primero como guerreros: alcanzar el rango de Centinela, después el de Maestro del Velo, continuar hasta convertirnos en Guardianes de nivel Éter y, finalmente, alcanzar el título de Sargento General.

Pero todo eso comienza en un solo lugar:

La academia de magia Millford.

'Wooow'. Sí, esa debería ser la reacción apropiada. Pero no puedo evitar sentir un dejo de cinismo. En mi mundo anterior, las novelas reciclaban este tipo de academias mágicas con tanta frecuencia que se volvieron tan predecibles como el final de una mala tragedia. Es difícil emocionarse cuando uno ya conoce el truco detrás del telón.

—¿De verdad tenemos que inscribirnos a la academia? —preguntó Isolde, sin entusiasmo. Estaba sentada a mi lado, medio desplomada sobre el escaño, como si la gravedad la afectara más que al resto del mundo—. Sé que debemos pasar por esto para convertirnos en Sargentos Generales, pero dudo que sea el mejor camino para mejorar nuestras habilidades físicas. Además… llevamos esperando tres horas.

—Lo sé, pero… —Intenté hablar, solo para ser interrumpido.

—¡Tres horas, Lucy! ¡Esto es tan aburrido~!

—No me interrumpas mientras hablo, Issy.

—Perdón~.

—Y sí, es importante. Recuerda que necesitamos graduarnos para obtener el registro de estudiantes, y así poder presentar el examen de ascenso.

La burocracia es tediosa, sí. Pero es una ventaja disfrazada. Una vez convertidos en Sargentos Generales, podremos recorrer el mundo sin restricciones, explorar sus secretos, o adquirir poder. La desventaja es el ancla: si el reino enfrenta una crisis, estaremos obligados a regresar de inmediato para preservar el orden. Supongo que incluso la libertad viene con una cadena bien atada.

La academia se divide en seis años. Los dos primeros sirven para optar al examen de Maestro del Velo, los siguientes dos para ascender a Guardián de nivel Éter, y los últimos dos son el umbral hacia convertirse en Sargento General. Un solo intento. Una oportunidad. Fallas, y quedas estancado para siempre en el nivel inferior. No hay segundas veces. No hay redención.

Por ahora, solo nos queda prepararnos para el examen de admisión. Convertirnos, aunque sea temporalmente, en Centinelas del reino en estudio. Mientras estemos dentro, ese título no es más que un juego de etiqueta. La responsabilidad real caerá sobre los verdaderos Centinelas. Nosotros solo observaremos. Aprenderemos. Nos prepararemos.

—¿De verdad tenemos que esperar a que la fila se reduzca? Creo que, si seguimos aquí, anochecerá antes de que podamos registrarnos para el examen de admisión.

—Es algo que debemos hacer para poder inscribirnos. Además, la fila no es tan larga, Issy. Te desesperas demasiado por tan poco.

—¡Oye! ¡Agh! ¡Esto es tan aburrido~!

Ciertamente lo es. Pero tampoco puedo culparla. La fila para llegar a las mesas de inscripción parece no tener fin. Supongo que eso ocurre cuando una academia se convierte en el único centro educativo del reino y acoge a toda una generación de aspirantes, desde nobles con grandes apellidos hasta campesinos con sueños demasiado ambiciosos.

Curiosamente, algunos prefieren emigrar a otros reinos o incluso cruzar continentes con tal de evitar este lugar. Tal vez la idea de competir con cientos de niños desesperados por ser reconocidos les resulte... repulsiva. Y es comprensible: en esta fila hay humanos, sí, pero también elfos y enanos. Me pregunto si eso será un problema. Las novelas de mi vida anterior describían conflictos interminables entre esas razas. Aunque, claro, la ficción rara vez acierta cuando se trata de política real.

—¡Oh! Hola, Lucius, Isolde —dijo una voz familiar. Alicia apareció desde la derecha, abriéndose paso entre los demás como si las multitudes no fueran más que decorado.

—Hola… —respondí, sin cambiar mi expresión.

—¡Alicia! ¡Buenos días!

—¿Qué están esperando? —preguntó, sentándose a mi lado como si la espera no existiera para ella.

—Estamos esperando a que la fila se reduzca para poder inscribirnos también. ¿Y tú? —respondió Isolde, siempre más sociable que yo. Por mi parte, simplemente contemplaba el cielo, buscando en sus nubes alguna forma de distracción que no implicara interacción social innecesaria.

—Entiendo… No creo que la fila vaya a terminar pronto. Ya ni siquiera puedo ver el final. ¿Quieren ayuda?

¿Ayuda? ¿Qué clase de ayuda podría ofrecer alguien como Alicia en una situación así? A menos que piense colarse en la fila o convencernos de hacerlo nosotros, lo cual sería... interesante, pero peligroso.

—¿Cómo piensas ayudarnos?

—Jeje… Esperen un segundo —dijo, levantándose repentinamente y echando a correr hacia la fila. Pronto desapareció entre los cuerpos apretados de los demás chicos.

—Ah... ¿Qué se supone que va a hacer?

—¡No lo sé! Pero siento que es algo que nos va a impresionar.

—Bueno… sea lo que sea, no tenemos más opción que esperar. ¿Quieres algo de beber?

—¡Sí! Pero… ¿tienes dinero?

—Por supuesto. Madre me dio 50 florines. Supongo que con eso alcanza para una botella de agua para los dos.

—¡Bien! Entonces te esperaré aquí.

—Enseguida vuelvo.

Me puse de pie y me alejé del escaño, dejando a Isolde detrás. Cincuenta florines por una botella de agua… Supongo que es el precio de la civilización. Botellas de vidrio, un litro de agua filtrada y quizás un diseño bonito en la etiqueta. Nada que justifique el costo, claro. Pero el sistema monetario de este mundo tiene su propia lógica. Una lógica aún no del todo descifrable para alguien que, como yo, apenas está construyendo su nueva existencia aquí.

More Chapters