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Chapter 5 - El Encuentro en las Sombras

El reloj marcaba la medianoche cuando el salón presidencial quedó completamente vacío. La sala de crisis, habitualmente llena de asesores y militares, ahora solo tenía una figura en la cabecera de la mesa: el presidente.

Había recibido el mensaje hace unas horas. No por canales oficiales, sino a través de un misterioso dispositivo que apareció en su escritorio sin que nadie supiera cómo llegó ahí.

"Queremos hablar. A solas. Sin cámaras. Sin testigos. Mañana, a la medianoche."

Y ahora, en la penumbra de la habitación, estaba esperando.

Entonces, las luces titilaron. Una corriente de aire recorrió la sala. Y de la nada… ellos aparecieron.

Cinco figuras vestidas con trajes relucientes, de colores vibrantes pero con un diseño imponente. No era solo spandex como en los viejos programas de televisión; sus trajes tenían una textura metálica, con placas reforzadas y detalles energéticos en sus cascos.

El presidente se enderezó en su asiento.

—Así que son reales…

Kevin, el líder del equipo, dio un paso adelante.

—Somos tan reales como la amenaza que enfrentamos.

El presidente entrecerró los ojos.

—¿Por qué querían verme? ¿Y por qué a solas?

Ren, el segundo al mando, cruzó los brazos.

—Porque queremos la verdad.

Aya continuó.

—Sabemos que los gobiernos están investigándonos. Sabemos que nos están rastreando.

Iris intervino con voz firme.

—Y no vamos a permitir que nos vean como un experimento. No somos sus soldados, ni sus armas.

El presidente suspiró, apoyando los codos en la mesa.

—¿Y qué esperan de mí?

Kevin se inclinó un poco hacia adelante.

—Queremos un trato. No interferirán con nosotros. No nos cazarán, no intentarán controlarnos.

Dante sonrió bajo su casco.

—Y a cambio… seguimos protegiendo a la humanidad.

El presidente los miró con seriedad.

—¿Y si les digo que no?

Kevin no dudó ni un segundo.

—Entonces nos volveremos fantasmas. Y cuando la próxima invasión llegue, cuando pidan ayuda… puede que no haya nadie para responder.

El silencio en la sala era denso.

El presidente se recargó en su silla, pensativo. Sabía que no podía detenerlos, pero tampoco podía ignorarlos.

Finalmente, tras un largo minuto, habló.

—De acuerdo. No interferiremos… por ahora. Pero deben entender algo: no todos confían en lo desconocido. Habrá quienes los vean como salvadores… y quienes los vean como una amenaza.

Kevin asintió.

—Eso lo sabemos. Y estamos listos para enfrentarlo.

Los cinco héroes se miraron entre sí y, en un movimiento sincronizado, llevaron la mano a sus dispositivos. Un resplandor envolvió sus cuerpos y, en un parpadeo, se destransformaron.

Frente al presidente ya no estaban cinco guerreros de armadura imponente, sino cinco jóvenes comunes y corrientes. Sin cascos, sin trajes, sin una apariencia sobrehumana. Solo ellos, con miradas firmes y decididas.

Kevin dio un paso adelante y lo miró directamente a los ojos.

—No somos una amenaza. Somos aliados.

El presidente los observó en silencio por unos segundos. Luego, con una leve inclinación de cabeza, respondió:

—Entonces espero que la humanidad también lo vea así.

Los cinco héroes asintieron y, sin decir una palabra más, se dieron la vuelta y desaparecieron en la noche.

El presidente se quedó solo. Miró la silla donde había estado Kevin y murmuró para sí mismo:

—Espero que realmente estén de nuestro lado…

Porque en ese momento, más allá de la ventana del despacho presidencial, algo en la sombra estaba observando.

La guerra no había hecho más que empezar.

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