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Chapter 10 - chapter 10

HOLA AMIGOS CAPITULO PRONTO NO MUCHA CALIDAD QUERIA DESHACERME DEL ROMANCE TRATABA DE HACER UN COMENTARIO TENÍA RAZÓN LA VERDAD Y BUENO CREO QUE AQUÍ MUERE EL ROMANCE EN ESTA NOVELA O SI ME DAS IDEAS DE ALGUIEN Y A LA MAYORÍA DE LA GENTE LE GUSTE LO HAGO.

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El viento soplaba suavemente entre las lápidas del cementerio de Konoha, disipando el peso del silencio que rodeaba a Obito Uchiha e Ino Yamanaka. Obito se encontraba frente a la tumba de Rin Nohara, con la mirada fija en el nombre grabado en la piedra. Las lágrimas habían dejado de caer, pero el dolor en su corazón seguía tan intenso como siempre.

Ino lo observaba a unos pasos de distancia, con una mezcla de preocupación y compasión. Sabía que Obito llevaba una pesada carga, pero también creía que no tenía por qué llevarla solo.

—Obito —dijo Ino, rompiendo el silencio con su voz suave pero firme—. No tienes que hacer esto solo. No tienes que vivir atrapado en el pasado.

Obito no respondió de inmediato. Sus pensamientos eran un torbellino de culpa, arrepentimiento y duda. Rin, el mundo que destruyó, las vidas que arruinó... todo parecía pesarle, como si el peso de sus acciones fuera una cadena que jamás podría romper.

—Ino —dijo finalmente, sin apartar la mirada de la tumba—. No lo entiendes. No puedes entenderlo. Lo que hice... es imperdonable. No merezco tu amistad, y mucho menos nada más.

Ino dio un paso adelante, acercándose a él con determinación.

—No tienes que cargar con todo eso solo —dijo, con un tono que mezclaba firmeza y ternura—. Todos cometemos errores, Obito. Lo que importa es lo que hagamos después. Has estado intentando arreglar las cosas, y eso cuenta.

Obito cerró los ojos, sintiendo las palabras de Ino resonar en su mente. Era tentador, demasiado tentador, creer que podría tener una segunda oportunidad. ¿Pero realmente la merecía?

—No es suficiente —dijo con la voz entrecortada—. Nada de lo que haga borrará el daño que causé. Rin, el mundo... todo lo que destruí. No puedo seguir adelante como si nada hubiera pasado.

Ino lo miró fijamente; su expresión transmitía comprensión y determinación.

—No te pido que lo olvides —dijo en voz baja—. Solo te pido que no te castigues eternamente. Mereces una segunda oportunidad, Obito. Y si me lo permites, quiero estar ahí para ayudarte a encontrarla.

Obito sintió un nudo en la garganta. Las palabras de Ino eran sinceras, llenas de una bondad que no creía merecer. ¿Pero podría aceptarla? ¿Podría permitirse ser feliz, aunque fuera por un instante?

—Ino... —dijo con voz temblorosa—. Eres increíble. De verdad. Pero no puedo. No puedo arrastrarte a mi mundo. No quiero que sufras por mi culpa.

Ino sonrió, aunque sus ojos brillaban con lágrimas.

—No me arrastrarías a ningún lado, Obito —dijo con firmeza—. Elijo estar aquí. Contigo.

Obito cerró los ojos, sintiendo una lucha interna que lo desgarraba. Quería decir que sí, quería aceptar la mano que Ino le ofrecía. Pero el peso de su culpa era demasiado.

—Lo siento, Ino —dijo finalmente, con tono firme pero triste—. No puedo. Ahora no. Quizás nunca.

Ino lo miró un instante, como esperando que cambiara de opinión. Pero Obito no lo hizo. Finalmente, asintió con una sonrisa triste.

—Está bien, Obito —dijo en voz baja—. Pero cuando estés listo, estaré aquí.

Con eso, Ino se giró y comenzó a alejarse, dejando a Obito solo con sus pensamientos.

Obito se quedó allí, contemplando la tumba de Rin, sintiendo cómo el frío de la noche comenzaba a envolverlo. Sabía que había tomado la decisión correcta, pero eso no le quitaba el dolor. Ino merecía algo mejor, alguien que no estuviera agobiado por tanto dolor y culpa.

—Quizás en otra vida —murmuró, mirando al cielo—. Pero no en esta.

Caminó lentamente hacia la salida del cementerio, pero antes de irse, se detuvo frente a la tumba de Rin por última vez. Su mirada se posó en el nombre grabado en la piedra, y una mezcla de nostalgia y frustración lo invadió.

—No puedo creer que incluso muerta, Rin, sigas controlando mis sentimientos —dijo en voz baja, con un tono que mezclaba tristeza y resignación—. Después de todo este tiempo, después de todo lo que he hecho... sigues aquí, en mi mente, en mi corazón. ¿Cuándo podré dejarte ir?

—No, no soy yo —pensó, como corrigiéndose—. Son los sentimientos de Obito por Rin. Son demasiado fuertes.

El viento soplaba suavemente, como si ofreciera una respuesta silenciosa. Obito cerró los ojos, sintiendo el peso de sus emociones. Sabía que Rin siempre sería parte de él, pero también comprendía que no podía dejar que su pasado dictara su futuro.

—Adiós, Rin —susurró, echando una última mirada a la tumba—. Quizás algún día encuentre la manera de seguir adelante. Pero por ahora... así soy yo.

Y así, con el corazón apesadumbrado pero firme en su decisión, Obito se alejó del cementerio, listo para afrontar lo que le deparara el futuro. Sabía que el camino sería solitario, pero también sabía que era el único que podía tomar.

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